fue un grito,
un grito de tristeza,
una explosión
de espanto venida de la nada.
El sonido celoso,
primigenio,
sintió miedo
y fue un eco
de tu risa
o de tu llanto.
Un sonido
de palabras sin retorno,
una grieta húmeda
por la que desciendo.
La pregunta persiste
como un jazz ahogado.
¿Dónde está la voz que mate
mi soliloquio cotidiano?
Pedro Vizcaíno
Airplane
Acrylic on paper
41x25, 2004
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